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EL PARAGUAS ROJO

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Mensaje por Marce Meneses Mar 13 Ago - 13:07:04

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EL PARAGUAS ROJO

-Beatriz estaba tan triste que se fue llenando de dolor y cayó enferma.Estaba en cama sin poder siquiera moverse para ir al baño. Cualquier movimiento significaba un enorme esfuerzo. En casa sus familiares, se fueron turnando para ayudarla, fue así, que el menor de sus hijos, estaba a cargo de ayudarla cada mañana a lavarse la cara, los dientes y peinar, también le hacia masajes en los pies, cosa que a Beatriz, le gustaba mucho en otras épocas, ahora sin embargo, ni siquiera eso la hacía sonreír.

-Así, pasaba sus días mirando los árboles y el cielo a través del enorme ventanal de su cuarto.
Había algunos días en los que estaba aún más triste y no le sacaban palabra alguna.


-Sus hijos mellizos, eran los encargados del turno a la hora del almuerzo, eran unos chicos graciosos y alegres. Ella los miraba recordando todo lo que pasó con ellos cuando eran pequeños, uno con asma alérgica y el otro con reflujo que vomitaba disparando la comida y salpicaba no sólo su ropa, sino que
muchas veces la llenaba de papilla regurgitada en el cuello e incluso su cabello.
-Cómo habían crecido tanto, ambos estaban estudiando medicina, Alberto se iba a especializar en psiquiatría infanto juvenil y Benjamín, estaba decidido a ser el mejor oftalmólogo del país.

-Ay! Se parecían tanto a sus hermanos, algunas veces en aquellos momentos de enajenación y delirio, solía nombrarlos con esos nombres y ellos la miraban con dulzura infinita, respondiendo, como si se tratara de sus tíos y jugaban a interpretar ese rol... Sólo entonces, se la veía sonreír. Hablaba y hacían planes de su tiempo de vacaciones en el "Fundo La Esperanza" propiedad de sus abuelos.

-Los mellizos sabían de memoria todas las anécdotas se la infancia de su madre y sus tíos, de tal modo que se les hacía fácil seguirla en sus recuerdos y alucinaciones.

-Pasaba el tiempo y a diario siempre la misma rutina. Todo ocurría a través de sus ojos, si asomaban los pájaros, ella pedía que la ayudaran y se levantaba un poco, quedando colgada entre las cortinas, mientras sus brazos hacían el ademán de vuelo.
-Beatriz, siempre habló con los árboles, de modo que a nadie resultaba extraño, cuando murmuraba unas extrañas melodías y sujetaba sus arrugados dedos a las ramas de un limonero al que jamás permitió, ni siquiera podaran.
Le gustaba sentir en el invierno, el " llamado del limón" decía ella, entonces, especialmente en invierno, pedía que su hija Francisca, escribiera todo lo que le iba dictando.

-Un día de verano, exigió que le trajeran su paraguas rojo, pero en casa no había ningún paraguas de ese color, a todos les resultó demasiada extraña aquella solicitud. Ya no estaba el abuelo, para preguntar, qué había sucedido con su madre y un paraguas rojo en su infancia.
Ella gritaba, mi paraguas, ¿dónde está mi paraguas rojo?
Fue así que José Manuel, su esposo, fue rápidamente a comprar pintura en spray de ese color y pintaron un paraguas para llevárselo y que se calmara.

Cuando entró a la habitación, ella estaba boca abajo en su cama, como cuando no quería que nadie le hablara y si lo hacían les tiraba lo primero que encontraba a la mano.

- Buenas tardes Bea... se fue acercando lentamente con aquel paraguas rojo en una mano y en la otra, sujetando con fuerzas su pecho, sentía que el corazón no resistiría que ella no le reconociese más.

- Le hablaba dulcemente, como si se tratara de una niña y él fuera su padre, llegó incluso a nombrarla hija, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, nada importaba, sólo que ella se sintiera feliz. Se arrodilló junto a aquella cama, hacía tantos años que no la tocaba, se atrevió a sujetar su mano y colocó el mango de aquel paraguas rojo, sin poder evitar que una de sus lágrimas cayera sobre la mejilla de su amada Beatriz.

- ¿Porqué lloras, José Manuel? - ¿Sucedió algo malo a alguno de los niños?
Él, se sentó sobre la cama, la tomó de los hombros para sujetarla y mirándola a los ojos preguntó:
¿Dónde estabas mi Bea? ¿Porqué tardaste tanto en regresar?

- Ella rió a carcajadas, luego le dio un tibio beso, parecía que estaba todo normal. Miro el paraguas rojo, lo observaba cuidadosamente, fue nombrando después de mucho tiempo a cada uno de sus hijos, pidió que se acercaran sin temor, agradeció sus cuidados y bendijo.

Luego con la voz casi en susurro, solicitó que la dejaran sola, escribió con esfuerzo unas líneas sobre una hoja de receta que había en su velador, antes de doblarla la beso por cada uno de sus hijos, para meterla luego en aquel paraguas rojo.

-Miró por última vez sus árboles detrás de la cortina, los fue llamando en canto y ellos parecían extender sus ramas aún más hacia aquella ventana del segundo piso, cerró lo ojos, pensó en sus padres y hermanos y por fin pudo regresar a casa.

M.M.
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Marce Meneses
Marce Meneses

Fecha de inscripción : 13/08/2013

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